Los chicos de efectos especiales hicieron algo realmente espectacular:
Prepararon una historia llamada La estrella de oro. Ellos eran los protagonisas. ¡¡Estaban dentro de las fotos!! eso son efectos especiales. Os ponemos las fotos y el texto de la historia:
La estrella de oro
Existió
una vez, en un país ya olvidado, un chico que quería ser guerrero.
Cada
mañana, al salir el sol, corría a la plaza de entrada del castillo del rey,
donde los soldados entrenaban, y se quedaba allí durante horas,
practicando todos esos movimientos.
Además,
había algo en lo que Rolland no dejaba de pensar: contaban los más ancianos del
pueblo, que ese ejército era especial.
Utilizaban
una armadura que, según decían, cada vez que aquellos soldados iban a la
batalla y luchaban con honor, en el escudo de su armadura plateada aparecía una
estrella dorada, y eso significaba que aquel soldado había sido valiente en la
lucha. Rolland nunca había visto la estrella en la armadura de aquellos
soldados, porque desaparecía al cabo del tiempo, pero estaba seguro de que
aquella historia era cierta, y se entrenaba para poder algún día ganar su
estrella.
Pasó el tiempo, y
llegó el gran día para Rolland. El día que cumplía veinte años, el día en que
alcanzaba la edad adulta preestablecida por su pueblo y, por
tanto, el día en que sería armado caballero. Estaba algo nervioso, pero todo
salió muy bien. Fueron bastantes los chicos que se armaron caballeros
ese día, y no habría sido más oportuno en otro momento, ya que meses después,
el reino vecino declaró la guerra al pueblo de Rolland.
Era algo
que se veía venir, y aunque el rey de nuestro caballero intentó por todos los
medios evitar la guerra, al final no tuvo más remedio que acudir a luchar,
porque el reino vecino había empezado a avanzar por sus tierras. Si no hacían
nada, pronto llegarían a la ciudad. Y si tomaban la ciudad, si tomaban la
fortaleza, el reino estaba perdido.
Por eso
dispuso enseguida el rey a todo su ejército. Eran necesarios todos los hombres,
ya que la batalla sería dura. Y allí estaba Rolland, dispuesto
a luchar, a defender el reino y al rey. Quería armarse con la armadura de
leyenda, y quería, por supuesto, obtener su
estrella. Entonces
el rey empezó a explicar el plan. Les explicó que saldrían cuanto antes, al
amanecer del día siguiente, y que cabalgarían sin descanso a encontrarse con el
ejército enemigo.
Entonces empezó a nombrar a los caballeros que le acompañarían.
Y la
sorpresa de Rolland llegó cuando el rey acabó de dar la lista y él no estaba en
ella.
Preguntó
entonces al rey porqué había gente que no estaba en esa lista, y el rey le
contestó que había una parte importante del plan que se desarrollaba en el
propio castillo.
Un grupo de soldados se quedaría en la fortaleza de la ciudad para guardar la retaguardia y para no dejar el castillo vacío de soldados. Y él estaba en ese grupo.
Esa noche
Rolland no pudo dormir. No entendía cómo podían dejarlo en el castillo cuando
él deseaba más que nadie ir a la batalla. No entendía qué hacía un grupo de
soldados en la ciudad cuando la guerra estaba fuera de ella. No lo entendía.
Pero al
día siguiente, cuando todo el ejército se fue por grupos hacia el norte, él se
quedó allí, también con un grupo de soldados, en el castillo.
Su misión
era vigilarlo. Nada más.
Pero a pesar de no entender y de habérselo dicho al rey, obedeció.
Su misión era vigilar,
y se subió a lo más alto del castillo para hacerlo. De hecho, el rey
antes de marcharse le había dicho algo que Rolland no iba a olvidar. Le dijo
que, aunque ahora no lo entendiese, su misión era
de las más
importantes de la guerra. Y por tanto, que no podía fallar, que tenía que
obedecerle y vigilar el castillo.
Y empezó la guerra. Y día tras día,
Rolland cumplía su misión, vigilaba el castillo lo mejor que sabía.
Uno de esos días,
pasada una semana, llegó al castillo un soldado, un soldado de su mismo
ejército. Venía él solo, todo lo rápido que podía. Rolland, que estaba en lo
más alto del castillo, lo vio acercarse y bajo a recibirlo corriendo, porque
deseaba saber cómo iba la batalla en el norte. Así que, cuando el soldado
llegó, Rolland ya lo estaba esperando.
Sin perder ni un
segundo el soldado le empezó a explicar que la situación en la
batalla no iba bien para nuestros soldados. Que la cosa se había torcido, y
ahora ya no tenían muy claro que fuesen a ganar. Y por eso estaba él allí, para
avisar a todos los soldados que estaban en el castillo porque necesitaban
refuerzos. Cuantos más soldados puediesen ayudar en la batalla, mejor. Pero
entonces Rollandse acordó de las palabras del rey. La misión de no abandonar el
castillo era la más importante, y no podía desobedecer la orden del rey. Así
que le explicó a aquel soldado que el rey les había mandado
quedarse allí, guardar el castillo, y que si se iban, la fortaleza quedaría
vacía. Así que se quedaban. El otro soldado enseguida empezó a quejarse y a
decirle que ahora no importaba el castillo, que lo que era importante era la
batalla del norte. Pero Rolland no cedió. Su misión era vigilar el
castillo y lo haría hasta el final. Al ver que no podría convencerlo, el
soldado se volvió para irse, pero antes le dijo a Rolland que no olvidara que
si se perdía la guerra, él tendría que responder. Eso dejó más que
preocupado a Rolland, porque quizá sí que necesitaban en la batalla el apoyo
del grupo que ahora estaba en el castillo.
Pero se limitó a
pensar que cumplía órdenes del rey, que era más importante que el pueblo y lo
que allí dijesen. Así que siguió vigilando
el castilllo, como le
habían mandado.
Al poco tiempo
Rolland vio que se acercaba un gran ejército al castillo. De repente tuvo
miedo, porque a lo mejor sí que habían perdido la batalla y ahora los soldados
enemigos venían a tomar el castillo. Pero pronto se dio cuenta que aquel
ejército era el suyo. Los soldados volvían a casa y eso significaba que
habían ganado la batalla. Así que Rolland salió al encuentro de sus compañeros
y del rey.
Definitivamente
habían ganado la batalla. Todos venían muy contentos y con su estrella dorada
en sus escudos, y cuando llegaron al castillo, el rey organizó un gran
banquete en honor a la victoria conseguida y a la valentía de todos los
caballeros.
El rey se acercó a él y a su grupo y les dijo que también les esperaba a ellos en la gran comida, y, por supuesto, esperaba que viniesen con su armadura, que representaba que eran caballeros del reino. A Rolland no le hacía mucha gracia tener que acudir al banquete con su armadura puesta. Sería un poco vergonzoso que todos los caballeros luciesen su armadura con la estrella de oro, y él fuese con su armadura normal, sin ninguna estrella, ya que no había podido participar en la batalla para demostrar su valentía. Pero de nuevo obedeció al rey, y fue a buscar su armadura.
Entonces sucedió algo
increíble. Cuando Rolland entró en su habitación, donde estaba su armadura,
descubrió que en su escudo brillaba algo.
Se acercó corriendo
pensando en la estrella, pero era imposible -pensaba- porque él no había estado
en la batalla. Pero cuando cogió su escudo para comprobarlo,
descubrió que no había una estrella, sino dos!! Dos estrellas doradas como el
sol brillaban más que nada.
Aun sin creerlo, se puso
su armadura, cogió su escudo y bajó al salón principal del castillo. Allí todos
se quedaron también sorprendidos por su doble estrella en el escudo, pero
pronto empezaron a aplaudir. Entonces el rey le explicó el porqué de aquellas
dos estrellas.
Resulta que el rey se había enterado casi al final de la batalla, que hubo dos intentos por parte del ejército enemigo de tomar el castillo. Sí, porque conquistando la fortaleza, el ejército del rey quedaría sin retaguardia, y sería más fácil derrotarlo. Así que habían mandado a un espía,vestido de soldado, para intentar entrar en el castillo y poder así descubrir la manera de acceder a él. Pero no lo habían conseguido, porque el castillo estaba bien guardado por un jóven soldado que no cedió ante nada. Un soldado que obedeció al rey
a pesar de todo.
Y por eso, ahora,
Rolland tenía dos estrellas. Una por la valentía demostrada ante las supuestas
crítcas de los soldados de su mismo ejército y de
la gente de su propio pueblo. Y la otra por la obediencia sin excusas al rey.
Al final, la actitud
de Rolland fue determinante para ganar aquella batalla, y por eso, el rey, en
aquel banquete de celebración, le concedió a Rolland el título de Sir. Y Sir
Rolland agradeció al rey el gesto, y se sintió muy feliz con su doble estrella
de oro.